SILVIA ÁLAVA
// PSICÓLOGA //
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Nos preocupamos mucho porque los niños adquieran conocimientos, saquen buenas notas, sepan idiomas, aprendan técnicas de estudio… todo esto es muy importante y necesario en la vida del niño, pero sin lugar a dudas la gran olvidada del sistema educativo es la Inteligencia Emocional. Aunque afortunadamente esto está cambiando y cada vez son más los centros educativos que tienen programas de desarrollo de la inteligencia emocional en los que en el aula se trabaja, de forma grupal, el desarrollo de las competencias emocionales y la generación de un clima positivo de convivencia, fomentando el respeto y la tolerancia.
De hecho diversos estudios han encontrado que los niños que tienen una buena capacidad de autoregulación emocional: llegan mejor preparados y dispuestos a la hora de acceder al colegio, tienen menos problemas de conducta, tanto en el aula como en casa, sacan mejores notas (de hecho, la Inteligencia Emocional es un predictor más potente de los buenos resultados académicos que el Cociente Intelectual), tienen menos problemas de ansiedad, depresión y aislamiento, se comportan de forma menos agresiva, desarrollan mejor su capacidad cognitiva y también interfiere de forma positiva en el correcto desarrollo de las habilidades sociales.
Las competencias emocionales se entrenan y se pueden trabajar con los niños desde que son pequeños. Por eso los padres deben de conocer qué aspectos interfieren en el correcto desarrollo de la misma, y cómo realizar una correcta estimulación de la Inteligencia Emocional tanto en casa, como en el aula. No olvidemos que el mayor enemigo del desarrollo de las competencias emocionales en el niño es la sobreprotección, por lo que es importantísimo saber cómo evitarla y cómo fomentar el correcto desarrollo y autonomía en el niño.
El trabajo de la inteligencia emocional tiene que realizarse de la forma más práctica posible, por eso la opción de realizarse en el aula o el trabajo grupal con los niños, hace que el aprendizaje les resulte más atractivo y ayuda a generar una mayor adhesión del niño al aprendizaje.
¿Cómo trabajar la Inteligencia Emocional?
Reconocimiento de emociones. Cuando hablamos de la Inteligencia Emocional, debemos saber que un factor clave de ésta es saber reconocer las emociones, ser conscientes del estado emocional en el que nos encontramos, tanto en uno mismo como en los demás, y para esto, un requisito previo a trabajar con los niños es la adquisición de un vocabulario emocional amplio, en el que se recojan las emociones básicas. Cada emoción tiene un nombre, y es importante que el niño aprenda a expresar sus emociones, sepa decir qué es lo que siente y cómo lo siente.
Para adquirir una correcta inteligencia emocional, el niño debe ser capaz de expresar correctamente cada emoción; por eso será importantísimo enseñarle al niño el vocabulario emocional básico, de manera que domine los términos con los que denominamos los diferentes estados emocionales.
Facilitación emocional:
Se trata de ser capaces de priorizar nuestros pensamientos en base a los sentimientos. Que el niño aprenda la utilidad de los diferentes estados emocionales, como por ejemplo, estando contento se trabaja mejor…
Comprensión de los estados emocionales:
Una de las habilidades básicas de la inteligencia emocional es comprender como nos sentimos, qué emoción tenemos, por qué nos sentimos así, qué ha ocurrido para que se desencadene una emoción determinada y qué consecuencias tiene.
A partir de los cuatro años de edad se desarrolla la teoría de la mente en los niños, es decir, son capaces de pensar que el otro es una persona como ellos y que puede tener los mismos sentimientos… los amigos pasan de ser un niño con el que jugar junto a él, para ser un compañero de juego con el que compartir. Es por eso que a partir de esta edad, se puede empezar a trabajar la empatía con los niños, es decir, que sean capaces de ponerse en el lugar del otro, entender cómo se siente y comprender por qué la otra persona se siente así.
Aprender a controlarse:
El autocontrol es la habilidad de regular las propias emociones, comportamientos y deseos con el fin de obtener alguna recompensa posterior. Y la mejor recompensa, es la capacidad de gestionar eficientemente nuestro presente y nuestro futuro. Cuando tenemos un buen nivel de autocontrol es más fácil conseguir nuestros objetivos en la vida, a todos los niveles, personales, profesionales, sociales… y es algo que se puede trabajar desde que los niños son muy pequeños.
Controlar la impulsividad es un componente básico para conseguir autocontrol y poder regular las emociones, identificar el momento adecuado, saber esperar, son factores claves para la correcta adaptación social. Pero el control de la impulsividad no solo es necesario en el área social y emocional; sino que en cuanto los niños sean un poco más mayores será necesario a la hora de resolver tareas y de realizar exámenes, se pueden fallar las preguntas pese a llevar la materia bien preparada, por no fijarse bien en lo que se pedía, y por no pararse a pensar las respuestas.
Más información:
Colegiado M-16238
Directora del Área Infantil Centro de Psicología Álava Reyes
Madrid 1 de mayo de 2016
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