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En busca de una crianza sin prisas

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Vivimos en la sociedad de la aceleración y las prisas. Todo es urgente y ese ritmo frenético se contagia a la crianza de los hijos. Para contrarrestarlo, nace el slow parenting (paternidad lenta), un movimiento que intenta disfrutar de la aventura de ser padres de un modo sosegado.

 

Por Terry Gragera

El trabajo, las tareas domésticas, los deberes, las actividades extraescolares, la compra, el teléfono… el día a día se convierte en una sucesión de actividades desenfrenadas que repercuten en todos los miembros de la familia. Parece que la sociedad impone las prisas, impone llegar primero a todos los lugares, acceder a todos los conocimientos y aptitudes posibles, exprimir cada día al máximo y ser perfectos. Y los padres y los hijos se resienten: ansiedad, depresión, problemas de alimentación, trastornos del sueño, que afectan no solo a los adultos sino a niños. ¿Ha llegado el momento de parar?

“El slow parenting tiene que ver con el ritmo en que educamos a nuestros hijos. Fundamentalmente, adecuándolo a sus necesidades, no a las nuestras. Sin prisas, sin adelantar etapas y priorizando la calidad de la atención que les damos”, explica Àngels Ponce, terapeuta familiar. Educar a los niños según el estilo del slow parenting, supone para ellos ciertas ventajas. “Fundamentalmente que no reciben tanta presión, por tanto, pueden estar más relajados. Tienen más tiempo para explorar, descubrir, aburrirse y desarrollar su curiosidad, porque no tienen todo el tiempo programado”, destaca la experta.

La paternidad “a fuego lento” o slow parenting tiene una serie de puntos básicos:

Atención de calidad. Los padres deben prestar a sus hijos una atención suficiente y de calidad cuando estén juntos. Sin pantallas de por medio, dedicándoles tiempo verdadero y sin intentar compensar la falta de presencia con regalos o promesas. El tiempo juntos en familia es fundamental, y si puede ser en contacto con la naturaleza, aún mejor.

Fuera presiones. Los niños se desarrollan según sus ritmos personales, sin exigencias impuestas desde fuera. No es necesario ser el primero en todo ni dominar varias destrezas ni ser perfecto. La infancia queda fuera de la competitividad característica del mundo adulto.

Espacio libre de programación. Hay que fomentar los espacios y tiempos de juego espontáneo de cada niño, los tiempos de inactividad y los tiempos de descanso. De todos ellos, el niño va a sacar un aprendizaje valioso. Los padres no programan todo el tiempo de sus hijos, estos deben explorar el mundo por sí solos en determinados momentos.

Sin culpas. Los padres no nacen sabiendo cómo educar. Pueden equivocarse. Los padres perfectos no existen. Tampoco deben imponerse un estilo ajeno a su forma de ser en la crianza de sus hijos. Hay que hacer valer el sentido común y explorar distintos caminos hasta llegar al que mejor se adapte a la realidad de cada familia.

Con empatía. El niño debe sentir que se le acepta y quiere por ser quien es y no por lo que consigue, ni por las notas que saca o los goles que mete. Debe ser escuchado y atendido con los cinco sentidos por los padres, sin que su vida se convierta en una carrera, como la de los adultos, para obtener la perfección. Esa aceptación plena, e independiente de sus logros, aumentará la seguridad y la autoestima del niño y lo preparará para ser una persona empática.

¿Y en el colegio?

¿Cómo puede afectar al desarrollo escolar el que un niño sea educado en casa bajo las premisas del slow parenting? “El slow parenting se refiere a la parentalidad y la maternidad y no es incompatible con que el niño esté en cualquier entorno escolar, donde también van a respetar su ritmo de desarrollo”, indica la experta. ¿Y qué consecuencias tiene sobre su círculo social esta forma de educar? “Por lo que se refiere a la sociedad, somos los padres y las madres los que hacemos de transmisores de los valores y las normas que existen en la sociedad. Pero es importante que hagamos esto con el apoyo de diferentes agentes (maestros, médicos, familiares…) y conscientemente, es decir, informándonos y reflexionando”, recomienda Àngels Ponce.

 

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Padres más satisfechos

“El slow parenting es una nueva forma de entender la crianza de los hijos que repercute en la vivencia de esta. Los padres que optan por este estilo se sienten más satisfechos. Así lo explica la terapeuta familiar Ángels Ponce: “Es así porque pueden disfrutar más relajadamente de sus hijos sin la presión de las expectativas o de lo que ‘deberían hacer’ (aunque al principio les resulte difícil). Se prioriza el ‘acompañar’ al niño, adaptarse a su ritmo y ponerse a su nivel, y esto facilita el disfrute de la experiencia de hacer de padre y de un tiempo compartido de calidad, sin abandonar los roles fundamentales de la paternidad”, destaca.

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