SILVIA ÁLAVA // PSICÓLOGA //
Hemos iniciado un nuevo curso escolar, aunque el peso del anterior todavía descansa sobre nuestros hombros. No fue un curso más, los profesionales de la enseñanza, los de la salud en general y la mental en particular, tenemos claro que las restricciones provocadas por la pandemia de la COVID-19 nos pasaron factura a todos, tanto a los alumnos, como a los docentes y a los padres y madres. Por eso, en este curso quiero pedirte que te cuides.
Por supuesto que todos queremos dar nuestra mejor versión a nuestros hijos y nuestros alumnos, y en ello estamos trabajando. Sin embargo, seamos realistas. Es muy complicado cuidar a los demás si nosotros no estamos bien. Cuidar al otro no es abandonarse a uno mismo, es centrarnos en el presente, valorar lo que tenemos y “degustar” el tiempo que le dedicamos al familiar y a nosotros mismos. Cuidar es una decisión, por tanto, vamos a prepararnos lo mejor posible para hacerlo bien y poder disfrutar de ello.
Paremos un segundo y reflexionemos ¿Cuantas veces sacamos las fuerzas de dónde ya no nos quedan por seguir cuidando a los demás? En ningún momento te voy a pedir que dejes de cuidar, sino que no te olvides de ti mismo/a. Que reserves, aunque sean unos minutos cada día para poder estar contigo y contemplar lo que sientes y lo que necesitas. Negar las emociones no suele ser una buena idea. Las emociones actúan como mensajeras de información importante para nosotros. Obviándolas sólo conseguiremos que terminen apareciendo de otra forma. Como un estallido emocional en el que perdemos el control sobre lo que hacemos o decimos, o en forma de enfermedad psicosomática, como dolor de cabeza, molestias gastrointestinales… Pierde el miedo a conectar con tus emociones y aprende a escuchar la información que te aportan.
No obstante, más peligroso aún que negar nuestras emociones, es negar nuestras necesidades. No comer cuando tenemos hambre, porque hay que terminar un trabajo, posponer la hora de dormir por ver una serie, corregir trabajos o terminar un informe… De nuevo esto nos pasa factura. Impide que nuestro cuerpo “recargue las pilas” y recupere su buena forma. Todos necesitamos descansar y no siempre lo hacemos. Por tanto, llega el momento de aprender a escuchar qué es lo que necesitamos.
De esta forma conseguiremos tener más fuerza y más energía para poder cuidar mejor tanto de nuestros hijos, como de nuestros alumnos.
¿Cómo aprender a cuidarse?
El inicio del nuevo curso escolar es un momento de proactividad por excelencia, donde establecer nuevos hábitos y aprovechar para instaurar rutinas saludables. Por eso, es el momento propicio para iniciar a los niños en el cuidado del cuerpo, atendiendo a cuatro pilares básicos:
- Si te gusta, puedes apuntarte al gimnasio, a algún club, o a alguna actividad deportiva… eso sería lo ideal. Sin embargo, si no tienes tiempo o el deporte no es lo tuyo quizás basta con empezar a moverte. Caminar, subir las escaleras en lugar de coger el ascensor…
- Cuida tu alimentación. Evita los alimentos ultra procesados, intenta disminuir el exceso de dulces y de grasas saturadas y come más fruta y verdura. Tu cuerpo te lo agradecerá. Hidrátate de forma adecuada. Nuestro rendimiento cognitivo está muy relacionado con la correcta ingesta de agua. Con pequeños niveles de deshidratación ya puede verse alterada la capacidad de atención, la velocidad con la que procesamos la información, la memoria…
- Duerme el tiempo necesario. Tendemos a dormir menos de lo que nuestro cuerpo necesita y arrastramos mucho cansancio a lo largo del día. Respeta los ritmos de sueño y vigilia e impide que los dispositivos electrónicos nos roben horas de sueño a toda la familia. Fijar una hora determinada para apagarlos o ponerlos en modo avión, puede facilitar el no “engancharnos” por las noches.
- Aprende a manejar las emociones.
Se trata de perder el miedo a sentir, no juzgar si nuestras emociones son correctas o no, porque todas lo son. Permítete expresar qué es lo sientes de forma de forma adaptativa, teniendo en cuenta las emociones de los demás y sin hacerles daño.
Cuando somos capaces de expresar las emociones desagradables, conseguimos disminuir el malestar que nos crean y evitar que se queden atrapadas en nuestro interior. Quizás las siguientes preguntas pueden ayudarte a conseguirlo:
- ¿Qué me está ocurriendo?
- ¿Cómo me estoy sintiendo?
- ¿Cómo reacciono a esto que siento y por qué?
- ¿Qué necesito?
- ¿Me quiero sentir mejor? ¿Qué puedo hacer para sentirme mejor?
- ¿A quién puedo pedir ayuda?
En definitiva, se trata de aprender a mantener el equilibrio para poder ser quienes nuestros alumnos y nuestros hijos necesitan. Para ello es necesario que nosotros estemos “regulados” y con nuestra capacidad atencional al máximo de rendimiento, para acompañarlos lo mejor posible y estar plenamente presentes y disponibles para ellos. Por tanto, es importante que estemos atentos a las señales de nuestro cuerpo y de nuestra mente, que nos indican que necesitamos parar para reconectar de nuevo con nuestra esencia.