SILVIA ÁLAVA
// PSICÓLOGA //
silviaalava.com
Aunque estés leyendo este artículo al comienzo del curso escolar 2020-21, lo estoy escribiendo en junio de 2020, fin del curso más complicado de nuestras vidas, hasta ahora, por lo que puede que algunas medidas o protocolos de actuación sobre cómo vamos a volver a las aulas haya cambiado en este periodo.
El día 9 de marzo se emitió un comunicado que a partir del 11 de marzo se suspendían las clases durante 15 días, para evitar que se incrementase el numero de contagios por la Covid-19. En ese momento lo asumimos con mucho miedo y escepticismo, nunca habíamos vivido una situación parecida. Sin embargo, aún no sabíamos que los alumnos ya no regresarían a los centros educativos.
Podríamos aprovechar para reflexionar sobre la educación en este país, y si podemos aprender algo de todo esto. Os comparto mis reflexiones, con las que podéis estar de acuerdo o no:
1.La figura del profesor es insustituible. Las plataformas han demostrado tener utilidad para evitar que los alumnos viesen completamente interrumpidas sus clases. No obstante, por mucho que el centro cuente con la mejor plataforma del mundo, si detrás no hay un buen “maestro” que acerque el conocimiento a los alumnos, les fomente la curiosidad, el amor por la materia que imparte, la importancia del aprendizaje… de poco nos va a servir. Tanto en el aprendizaje presencial, como en el online o a distancia, la variable que más importa para conseguir que los alumnos se involucren, es que el aprendizaje sea efectivo, es el profesor y que éste sea cercano con sus alumnos.
2. Los centros educativos, desde la escuela infantil a las universidades,no son sólo lugares donde se imparte conocimiento y donde el profesor es la única persona responsable del mismo. El grupo, los iguales, y la interacción entre ellos es igual de importante. Los alumnos, incluso los más introvertidos e inhibidos, necesitan de otros alumnos para aprender, para enriquecer su mundo. Porque en las aulas no sólo se aprende matemáticas, lengua, ciencia o idiomas entre otras muchas cosas. Se aprende a convivir, se aprenden habilidades sociales, se aprende a cuidar al prójimo… Los niños y adolescentes, incluso los jóvenes, necesitan estar en contacto con sus iguales para desarrollarse de forma completa.
3. Las emociones siguen siendo las grandes olvidadas del sistema educativo. Este nuevo curso escolar, previsiblemente, no podremos comenzarlo como el resto. Lo importante no es empezar a avanzar materia cuanto antes, para no quedarnos atrás. Lo prioritario va a ser resolver las necesidades emocionales de los alumnos. Dejar un espacio y un lugar donde comentar cómo se han sentido a lo largo del confinamiento, cómo se sienten ahora… Sabemos que la autorregulación es un mejor predictor de las notas escolares que el famoso cociente de inteligencia general. Es el momento de trabajar las emociones dentro y fuera del aula.
4. Crisis como las que hemos vivido nos pueden replantear si asignaturas que han quedado relegadas como optativas, son muy necesarias en el sistema educativo. Por ejemplo, hace unos años, la filosofía pasó a ser asignatura optativa en el Bachillerato. ¿Acaso no es ahora más necesario que nunca enseñar a nuestros estudiantes a pensar por sí mismos, a fomentar su pensamiento crítico, a conocer los grandes pensadores de la humanidad? No podemos permitirnos que en situaciones así nuestros jóvenes piensen poco, y que sean manipulables por las tendencias de grupo.
5. Uno de los problemas asociado a la pandemia ha sido las fake news, el detener los bulos sobre la Covid-19… quizás es el momento de plantearse la necesidad de trabajar, no sólo el pensamiento crítico desde la escuela, sino que los niños aprendan a distinguir un “hecho” de una “opinión”, que Internet está llena de opiniones, pero que para hacer una buena toma de decisiones es mejor basarnos en hechos, en las cosas que estén comprobadas de forma empírica… y dar a la ciencia la importancia que tiene, porque la solución a la pandemia, la encontrarán los científicos. Es hora de darle valor a la ciencia y de explicar de forma adecuada a la edad de cada uno, el método científico en los colegios.
6. Para llevar todo esto a la práctica, no sólo hace falta buena voluntad, esfuerzo y entusiasmo, sino también formación específica y recursos. Los docentes han demostrado a lo largo del confinamiento su disposición y su buena voluntad. Pero sólo esto no basta. Necesitan formación específica y recursos para poder trabajar en el aula las emociones, para poder acompañar a los alumnos que lo necesiten, para poder adecuar los contenidos al nivel que tenga cada alumno tras el confinamiento, para poder atender a los niños con necesidades educativas…
7. No podemos mirar para otro lado. Es necesario que la educación se considere como prioritario en la escala de necesidades de un país. Y eso implica darle la importancia que tiene, con dotación de formación, de recursos, de mayor cualificación del personal, de más personal… no podemos exigir que los maestros hagan cada vez más cosas con los mismos recursos y sin recibir formación específica.
Si queremos cambiar el mundo y hacer de él un lugar mejor para vivir, es necesario invertir en la siguiente generación, los niños; y la mejor inversión posible es su educación.