Por Ana Roa, pedagoga y psicopedagoga
En estos nuevos tiempos y ante la situación que estamos viviendo, la convivencia en el hogar se ha convertido en algo bastante más frecuente a lo que conocíamos anteriormente a la pandemia, frenando ese ritmo rápido de vida que compartíamos gran parte de las familias. Para algunos este cambio ha supuesto cumplir sus deseos, pues disponen de más tiempo en casa y así disfrutan de los niños; pero para otros ha resultado complejo, ya que se pueden perder los estribos fácilmente debido a que los hijos pasan bastantes ratos más de lo habitual en casa. La familia es un buen refugio emocional, un lugar seguro… todos deseamos vivir en un grupo estable y saludable, con un sentido de pertenencia y con una comunicación agradable y respetuosa.
- Primer mandamiento, “hablaremos con nuestros hijos”
Con mucha frecuencia los padres queremos que los hijos nos digan lo que nosotros deseamos oír y eso no es una escucha activa. Otras veces deseamos justificarnos o dar nuestras propias razones y eso tampoco es escucha activa. El saber escuchar requiere tiempo.
El diálogo no es concebible si no se sabe escuchar, es necesaria una ESCUCHA ACTIVA.
Las cosas son complejas, también en la familia, y el escuchar, aparte de enriquecer nuestro juicio cara a una correcta decisión, nos permitirá conocer mejor la actitud y el punto de vista de nuestros hijos, a la vez que les damos la oportunidad de que nos expongan su parecer. Y eso es lo único que ellos desean: SER ESCUCHADOS.
- Segundo mandamiento, “estableceremos normas y límites”
La autoridad empática es la facultad legítima de gestionar los conflictos que los hijos e hijas no pueden afrontar, poniéndose en el lugar del otro y respondiendo así a sus necesidades e intereses. La autoridad empática es saber decir NO, de forma amable y respetuosa con las emociones, pero firme y coherente con las conductas. (Guía práctica para padres y madres. Resolución positiva de conflictos. CEAPA, Antonio Ortuño Terriza)
Para decir NO es necesario que el adulto tenga el control, y sepa ejercer la autoridad, con empatía. El objetivo de decir NO a nuestros hijos e hijas no es que nos hagan caso, sino que aprendan el autocontrol necesario para decirse NO a sí mismos en un futuro. Ayudar a ese cerebro a anticipar los riesgos para saber gestionarlos.
- Tercer mandamiento, “no sobreprotegerás a tus hijos”
Sobreproteger, el querer ”hacer la vida más fácil”, puede desembocar en que el niño muestre un comportamiento dependiente, introvertido, sin fuerza de voluntad, con alto grado de tiranía, donde busca la obtención de ayuda inmediata que le conduce a exigir en cada momento la satisfacción de sus demandas, renunciar a las propias responsabilidades, necesitar la continua ayuda y aprobación para actuar, “no realizar esfuerzos”, la inseguridad… en muchos casos los adultos fomentan las conductas más infantiles de lo que corresponde a la edad. Los niños no son autónomos porque determinadas cosas se las hacen sus padres, “les sale mejor” (desconfianza) y “tardan menos tiempo” (impaciencia). El resultado futuro, una personalidad débil e insegura, el desarrollo de ansiedad o de angustia de separación, y el miedo “a crecer”.
- Cuarto mandamiento, “conocerás a los amigos de tus hijos”
La figura de los amigos es fundamental para el propio desarrollo de la identidad de los niños, contribuyen a sentar las bases de aprendizaje de los límites, son útiles para aprender el significado de respeto y para el desarrollo de la intimidad emocional…
La importancia de la comunicación. La calidad de la comunicación padres-hijos es crucial cuando el niño o la niña han entablado una amistad poco favorable. Ayudar a los hijos a comprender que los adultos e incluso los niños están sujetos a la influencia de los amigos, tener un mejor entendimiento de este proceso y de las emociones relacionadas con las presiones de las amistades, les capacitará para resistir las malas influencias. Desde el punto de vista práctico, no se puede alcanzar una perfecta comunicación de una forma instantánea, ni podemos conseguir que los niños nos cuenten todo aquello que les preocupa de un día para otro; lo lógico es empezar por temas intrascendentes, del día a día, sin fuerte carga emocional… pero que sirvan para ir estableciendo una especie de rutina de intercambio de opiniones, de escucharse mutuamente y que en ese proceso se vaya afianzando la confianza necesaria para poder llegar a tener conversaciones más francas y profundas. .
No criticaremos a los amigos, criticaremos su mala conducta. Una vez expuesta la acción, trataremos de encontrar la causa y la discutiremos…, los niños se dejan llevar por la presión de los amigos y, en muchas ocasiones, carecen de la confianza necesaria para resistirse a su influencia y además se ponen a la defensiva.
- Quinto mandamiento, “aceptarás a tus hijos tal y como son”
Los padres que tienen asimilado que tanto los niños mayores como los pequeños tienen algún grado de capacidad para compartir con los demás, cuidarles y quererles, tienen avanzado un paso muy importante para evitar tiranteces y discusiones frecuentes. La hiperprotección hacia los más pequeños, las continuas comparaciones que dejan de lado las cualidades individuales de cada niño, sus deseos y sus capacidades no ayudan mucho al desarrollo de posturas que faciliten la resolución de los conflictos a través de la comunicación y el perdón. Lógicamente los padres buscan y a menudo encuentran puntos en común de ellos mismos con sus hijos, y eso fomenta cierta discriminación desde el punto de vista de la simpatía que provoca la identificación en diversos aspectos; esto no obstante no supone ningún problema siempre que exista cierto equilibrio en este reparto de simpatía, siempre que se valoren la cualidades individuales de cada uno sin caer en las falsas comparaciones y además se aprecie todo lo positivo de su comportamiento y disposición para hacer las cosas.
El niño define su identidad y asume su rol social en función de su entorno. Los hermanos y su orden de nacimiento jerarquizan el primer grupo en comunidad, la familia. La posición y las relaciones de un hijo dentro de la secuencia de hermanos son significativas para la resolución de conflictos y la formación de la personalidad desde el principio y en etapas posteriores. De hecho, si pensamos en nuestra infancia, reconoceremos cómo nos ha marcado nuestra forma de ser el hecho de tener un hermano mayor o más pequeño, ser el benjamín de la familia, ocupar un lugar único…