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Ludopatía online: “Los padres no son conscientes del riesgo”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La adolescencia es una etapa del desarrollo en la que los jóvenes pueden resultar especialmente vulnerables a desarrollar ludopatía. Y si tenemos en cuenta el aumento de juegos on line, el resultado es inquietante: uno de cada cinco adolescentes españoles hace apuestas.

 

Por Ana Veiga

Un informe de la Federación Española de Jugadores Rehabilitados (FEJAR) y de la Asociación Madrileña de Psicólogos sostiene que uno de cada cinco adolescentes españoles de entre 14 y 21 años son adictos a las apuestas deportivas y otros tipos de juegos de azar. Este dato sitúa a España con el índice de ludopatía juvenil más alto de Europa.

“Los padres no son conscientes del riesgo”, dice Francesc Perendreu muy serio. Él es presidente de la Asociación Catalana de Adicciones Sociales (ACENCAS) y ha vivido en propia piel los envites de las adicciones a los juegos de azar. Cuenta que la suya fue una adicción adulta –aunque le llegó tan solo a los 19 años–porque no consiguió sacudírsela de encima hasta los 28. Sin embargo, es consciente de que ahora las adicciones han cambiado y, así como la popularidad de las máquinas tragaperras ha bajado, sí ha aumentado la facilidad de jugar desde casa, lo que provoca que afecte a menores más de lo que lo hacía antes.

“El problema ya no es que vayan a salas de juegos, porque eso es anecdótico, sino que es tan fácil como entrar en Internet”.

Ciegos al riesgo

Uno de los peligros clave es que se empieza con juegos sin apuestas, que se perciben como inofensivos. Hay juegos de azar gratuitos donde se puede jugar sin gastar pero casi todos cuentan con funcionalidades que solo están disponibles si se compran con puntos; y esos puntos, con dinero real. De hecho, Perendreu cuenta que recibió en consulta a un menor de 12 años que se gastó 490 euros al mes en un juego mal llamado gratuito. “Pidió a sus padres comprar un arma de 90 céntimos en el juego on line porque sus amigos pasaban de nivel y él no. El padre puso su cuenta pero no pensó en quitar el número de la tarjeta hasta que vió los cargos a final de mes”.

Además de estos juegos gratis, existen también juegos de apuestas reales donde las campañas de publicidad usan a los ídolos de los más jóvenes como gancho. La Guía Clínica Jóvenes y Juego On line, elaborada por FEJAR y financiada por el Ministerio de Sanidad, indica que los mecanismos para que los operadores de juego on line puedan controlar que los jugadores sean mayores de edad “son todavía insuficientes”. Cualquier menor podría llegar a usurpar la identidad, por ejemplo, de uno de sus progenitores, con los datos de una tarjeta de crédito. “Los menores no pueden jugar, pero es tan sencillo como pedirle a un amigo que apueste por ellos. También hemos encontrado chavales que han robado la cuenta de su padre o hermano. Esto es imposible de controlar a no ser que hagamos educación”, admite Perendreu.

De todas estas prácticas, lo más peligroso es la falta de consciencia del peligro. “Los chavales no perciben el riesgo, esa sensación de invulnerabilidad es propia de los 15 o 16 años”, comenta Perendreu, que considera que los padres comparten esa irrealidad. “Hacen falta más charlas a AMPA, pero yo cuando voy, los padres y madres casi no van; y los que van ya están concienciados”. A esos progenitores que ignoran el riesgo les propone “espiar, con todas las letras; de vez en cuando hay que entrar y mirar en qué páginas navegan”.

Tras muchas charlas con padres y madres, Perendreu cree que, en general, la preocupación de los padres se centra más en los problemas tradicionales: drogas y alcohol. “Controlan que su hija no tenga los ojos rojos y con eso creen que cumplen pero no se dan cuenta de que hay otro riesgo que se llama pantallas. Algunos me dicen que como el chaval no salía, no fumaba, no bebía, pensaban que no había riesgo. Pero claro, tienes al chico 8 horas encerrado en una habitación con una pantalla; y cuando coges una pantalla, puedes hacer de todo: jugar on line, comprar, ver pornografía…”, avisa.

Cuándo es ludopatía

Se entiende por ludopatía cuando “hay una pérdida de control y el menor no puede dejar de jugar a pesar de las consecuencias negativas” que conlleva en su vida, explica Perendreu. Hasta hace una década, el término se refería a los juegos de azar pero, a día de hoy, la definición es más amplia. La ludopatía siempre provoca pérdidas, ya sean económicas –si incluye dinero– o por la pérdida de tiempo, de ocio, pérdida social, autoestima…

La psicóloga Amaya Prado, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, prefiere hablar de “juego patológico”, ya que tiene que ver con “un comportamiento adictivo, con componentes sociales, culturales y ambientales, junto con actitudes, percepciones y creencias alteradas con respecto al juego y su capacidad de control que van más allá de un juego ocasional y que afecta a diferentes áreas del menor: familiar, bajo rendimiento académico y absentismo escolar; económicos, sociales y personales”. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, ha incorporado el juego patológico en su clasificación de trastornos mentales, como un trastorno adictivo igual que lo es el consumo de sustancias, considerándolo una adicción conductual –es decir, sin sustancia–.

Los casos de menores más habituales empiezan con los juegos de azar gratuitos, el juego semipúblico –como los ‘rasca y gana’– o los videojuegos que incorporan juegos de azar dentro, como las cajas mágicas…” –la compra de elementos como las cajas mágicas o las skins (imagen del arma de fuego) dentro de eGames considerados gratuitos–.

Por su parte, Prado tuvo la oportunidad de comparecer en el Senado como vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. En su ponencia, puso de manifiesto la necesidad de desligar los juegos de azar del deporte y de legislar la publicidad para proteger a los niños. “Es vital no relacionar apuestas con el ámbito deportivo, tan importante para los más jóvenes; por eso, pedimos control publicitario y prevención educativa”.

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¿Qué pueden hacer las madres y padres?

  • “Los padres tienen que saber dónde, en qué y cómo están jugando sus hijos e hijas, porque son la antesala de la adicción”, manifiesta la psicóloga Amaya Prado. Insta a “no normalizar el uso, a ejercer un control sobre lo que están jugando desde pequeños” y poniendo límites desde que empiezan a usar pantallas.
  • Si nuestro hijo ya es mayor para empezar desde la más tierna infancia, hay algunos signos a los que debemos estar atentos para determinar si necesitamos ayuda de especialistas. Podemos hablar de tres cambios clave. El primero, se produce un alejamiento de familia y amigos –la persona deja de estar con amigos y deja de hacer cosas que antes hacía–. El segundo, come mucho más deprisa de lo normal para volver a la diversión –si puede ser comida basura, lo agradece–. En tercer lugar, tiene fuertes cambios de humor. “Cuando les matan en el juego, les dan ataques de rabia y algunos golpean la pared, dan patadas… y les da igual que sean las 3 de la mañana porque el concepto del tiempo lo tienen distorsionado, pueden estar 8 o 9 horas jugando, para ellos es normal”, explica Perendreu.
  • Si los padres observan adicción a este nivel, es mejor que soliciten ayuda de un profesional”, insiste, porque es una situación que les sobrepasa. “Algunos me dicen ‘pues le apago el router’ pero vas a tener una explosión de violencia increíble en el chaval y encima aún le queda el móvil”.
  • Se trata de pactar y de ver por qué nuestro hijo está haciendo eso, qué carencia está llenando. “Cuando un adulto viene, es consciente de que tiene una adicción; pero los menores vienen porque los traen de la oreja. Es el chantaje de los padres: o vas o te quito el móvil. En esos casos es imposible avanzar a no ser que le ofrezcas algo que le interese más que su adicción, y ahí volvemos a mencionar el pacto. Tengo que intentar averiguar qué le motiva y ayudarle a ir por ese camino”.
  • Y, sobre todo, es esencial no recriminar, porque solo hará que se encierre más en sí mismo. “Pedimos que los padres tengan el equilibrio suficiente no solo para señalar fallos sino para aplaudir sus cambios”.

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