Por Pilar García Gil, coach de adolescentes y familias
¿Qué es el ÉXITO? Cada uno lo entiende de una forma, y ahí está la clave. Es básicamente alcanzar tus propios objetivos .¿Y la FELICIDAD? Cuando tomo conciencia de que soy capaz de alcanzar mis objetivos, que la distancia entre mi situación actual, mi realidad y mis expectativas es asequible. Seré capaz de alcanzarlo y esto me permite sentir que valgo y que el futuro se vislumbra todavía mejor que el presente. Es sentir esperanza e ilusión. El motor de todo éxito.
¿Cómo puedo favorecer que mi hijo/a alcance sus éxitos?. Ayudándole a conocerse, descubriendo con él/ella cuáles son sus fortalezas, sus debilidades. Diseñando junto con ella/el cómo convertir sus debilidades en oportunidades. Colaborando a que se acepte, desde la verdad y se oriente en la mejora continua.
Ya que si partimos de un análisis del menor falso: el que nos gustaría, el que la sociedad valora cómo idóneo, el que define a su hermano… ,a la hora de fijar expectativas nos equivocaremos, partiendo de una base falsa sería una casualidad alcanzar un objetivo real .
Enseñándole a fijar sus propios objetivos, desde sus habilidades y capacidades, a valorar los recursos necesarios para alcanzarlos , con cuales contamos y cuales debemos adquirir .Donde buscar ayuda y cómo pedirla.
Una vez definida la función del progenitor: ACOMPAÑAR A SU HIJO/A EN SU DESARROLLO, debemos entender como funciona el proceso de aprendizaje humano , para no frenarlo, para favorecerlo.
¿Cómo aprendemos lo importante en la vida?
Desde la curiosidad, desde la necesidad, interrogando al entorno. Los seres humanos aprendemos de forma automática, inconsciente , natural, adaptándonos al mundo para conseguir nuestros objetivos.
Nacemos emprendedores, valientes y curiosos. Nadie nos enseña como demandar la atención del adulto, a andar, a jugar, a relacionarnos… La adaptación a la sociedad, la educación, en ocasiones “capan” estos impulsos naturales.
Aprendemos de forma automática, a través de la interrelación. Y el primer lugar de contacto es el entorno familiar. Durante los primeros años de vida ,en ocasiones, es la única fuente de información sobre el funcionamiento del mundo que tenemos, y es en esta etapa cuando somos más receptivos, porque necesitamos más información. Por inexperiencia , no tenemos la memoria emocional suficientemente amplia para reaccionar de forma adecuada. La mayor parte de tiempo durante los primeros 6 años de vida ,nuestro cerebro se encuentra en un estado similar a la hipnosis, abiertos completamente a la información que el entorno nos facilita para adaptarnos .Para definir la actitud del menor en esta etapa respecto al aprendizaje, se usan expresiones dirigidas a los niños como “son lienzos en blanco”, “son esponjas”. Mediante las repuestas del entorno a nuestras reacciones, construimos una visión del mundo, para crear mecanismos de respuesta que nos permitan sobrevivir en él. Por eso es tan importante lo que hacemos o decimos delante de los niños, incluso cuando son bebés. Especialmente cuando son bebés.
El proceso de aprendizaje es el siguiente: Cuando frente a un estímulo exterior o interior (Una frase que nos molesta, un pellizco, un pensamiento negativo…por ejemplo) ,buceamos en nuestra memoria emocional para decidir cómo nos conviene responder y una vez lo hemos decidido( Y no hacer nada ,también es tomar una decisión), creamos una emoción para producir una reacción fisiológica que nos permita llevar a cabo esa respuesta. Al recibir un feedback por parte del entorno, decidimos si el resultado es el buscado o no, guardando esta información para comportamientos futuros. Así se construye una visión del mundo y del comportamiento conveniente.
Evitemos pues proyecciones hacia nuestros hijos, son seres únicos, nuestras vivencias tienen una utilidad parcial en su desarrollo, sus experiencias son diferentes y aún en el caso de que fueran las mismas, el aprendizaje no lo sería. Evitemos negaciones, nuestros hijos tienen el derecho de vivir su propia vida desde su idiosincrasia , imponernos es fracasar, frustrar su potencialidad , mejor influyamos en su comportamiento, para que alcancen su mejor versión.
Por lo tanto ,¿Cuál es nuestro papel como padres en este desarrollo del menor?
Comenzamos creando este acompañamiento desde el mismo momento del desarrollo del feto, cuando la madre en un momento determinado segrega de forma natural, automática hormonas que la vinculan con el feto, desarrollando entre ellos una empatía que la compromete con su cuidado.
Posteriormente y durante los primeros años de vida se produce el apego. Cuando el bebé necesita satisfacer sus necesidades de alimento, higiene, contacto físico y afectividad y estás son atendidas, el menor de forma inconsciente entiende que es merecedor de cuidados, cariño y atención .Esto condicionará su confianza en sí mismo, los demás y la vida, y de una manera muy positiva su autoconcepto.
Si esto no se realiza adecuadamente se producirán los llamados apegos inseguros que van desde el evitativo, al ambivalente, acabando por el desorganizado. (Este último es el responsable de los peores comportamientos)
La relación con la madre condiciona la propia aceptación, la apertura hacia los demás , las maneras de expresar el amor, y ternura. Trataremos a los demás en función de cómo nos trataron a nosotros, porque entenderemos que es la forma correcta de hacerlo además de que es lo que nos merecemos.
Las interrelaciones con el padre y las que éste mantiene con terceros , condicionan la relación con la autoridad, la asertividad y sumisión.
Durante este periodo se deben desarrollar “las tres patitas”:
SER VISTO: El progenitor escucha las llamadas de atención. Se satisfacen las necesidades. Te miro, te veo, me siento en paz y confiado. El menor es aceptado tal y como es. Nos interesa como persona. Sus opiniones y gustos.
En la confianza se aprende. Facilita el desarrollo de estrategias acertadas, aprende a incorporar , no a esquivar. Construye , no necesita estar a la defensiva.
SENTIRSE A SALVO: El adulto es un entorno seguro para el menor . En el caso contrario generaría situación de incertidumbre y puede generar miedo. El menor desarrolla una confianza en quien le cuida. Padres sólidos , fiables que saben lo que hacer. Con recursos y habilidades. No pierden los nervios con facilidad.
CONTENCIÓN: Ante la emoción, ayuda al niño a entender y transmite tranquilidad. Le invita a aceptar la emoción que ha generado y le enseña cómo conseguir que no le domine para reaccionar de forma adecuada. Se va construyendo de este modo la inteligencia emocional en el menor.
Lograr todo lo anterior coherentemente, propicia seguridad en la relación. Generando confianza. La confianza tan necesaria para llevar a cabo la función parental. Ya que si no encuentran en nosotros el apoyo y recogimiento necesario, sus éxitos a nivel sentimental, social, laboral…quedarán mermados.
Si no se ha realizado el apego adecuadamente en los primeros años ,siempre se está a tiempo , e incluso en la edad adulta se lo puede hacer a sí mismo.
En la adolescencia nuestro roll parental cambia, deberemos ir soltando, para favorecer la distancia que el menor debe ir tomando con respecto a su entorno de origen y de los valores y creencias adquiridos en él. Para que el individuo en su salida al mundo por primera vez en solitario encuentre su propio lugar, sin olvidar que son seres inexpertos y debemos garantizar su seguridad todavía. Este acompañamiento se vuelve más sutil, más indirecto…pero no desaparece hasta la llegada a la edad adulta. Ahí termina nuestro trabajo.