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Sonia Martínez: "Podemos aprender a manejar las emociones a cualquier edad"

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Sonia Martínez Lomas es psicóloga, experta en educación emocional y directora de los centros Crece Bien, pioneros en la enseñanza y el desarrollo de habilidades emocionales, sociales y de aprendizaje para niños, adolescentes y adultos. Sí, adultos, porque como explica Martínez, “se puede aprender a manejar las emociones a cualquier edad”. Nunca es tarde. Menos aún cuando se es padre o madre y se quiere acompañar a los hijos en el descubrimiento y la comprensión de las emociones. Sobre ello habla la experta en su libro Descubriendo emociones (La esfera de los libros).

Por Adrián Cordellat

Tu libro se titula Descubriendo emociones. ¿El primer paso para manejar las emociones de nuestros es hijos es precisamente ese, descubrirlas y entenderlas?

Así es. Quizá para ser exactos tendría que haberlo titulado “Re-descubriendo emociones”, puesto que todos nos hemos topado alguna vez con el enfado, el miedo, la alegría o la vergüenza propia o de nuestros hijos. Con este libro me gustaría que las viésemos desde un nuevo punto de vista.

¿Cuál es ese nuevo punto de vista?

Partamos de la idea de que los comportamientos o situaciones que no entendemos nos pueden generar rechazo, miedo o incertidumbre (una rabieta de nuestro hijo que no entendemos nos provocará muchísima frustración); sin embargo, cuando conocemos y entendemos bien algo, y además lo sabemos manejar, viviremos esas situaciones o comportamientos con tranquilidad y sintiéndonos eficaces en su manejo.

Muchos padres de hoy estamos totalmente perdidos a nivel emocional. ¿Puede un padre o madre guiar a su hijo en el manejo de sus emociones cuando no sabe gestionar ni siquiera las suyas?

Algo mucho mejor: puede aprender junto a su hijo, por lo que ambos estarán mucho más animados hacia el aprendizaje. Se puede aprender a manejar las emociones a cualquier edad. Con unas pequeñas pautas a seguir, las familias podrían ayudar mucho a sus hijos.  Quizás tú no seas un gran jugador de baloncesto, pero si conoces cómo se juega, eso será un impulso suficiente para que tu hija comience a jugar y, a partir de ahí, poder llegar a ser una gran jugadora de baloncesto. Los padres pueden motivar, alentar o reforzar esos primeros pasos que son los más importantes. Para esto no es necesario ser experto, pero sí ser fuente de motivación.

Supongo que este desconocimiento de las emociones del que hablaba es lo que nos hace calificar emociones como los celos entre hermanos, la tristeza o el enfado y las rabietas como malas emociones. Tú, sin embargo, aseguras que no tienen nada de malo.

Todas las emociones son buenas y tienen una función, de lo contrario habrían desaparecido a lo largo de los años. El proceso ideal es ver qué información nos da una emoción, entenderla y actuar; de lo contrario serán las emociones las que tomen las decisiones por nosotros. Se trata de sentir con inteligencia. Al final todo en su justa medida es bueno. El ejercicio, por ejemplo, es bueno, pero si sobreentrenas mucho, deja de serlo. Con las emociones pasa lo mismo, en equilibrio son buenas, pero cuando se desbordan ya no nos ayudan. Por ejemplo, cuando nuestro miedo a algo es tan grande que se transforma en ansiedad o estrés.  El aprendizaje de las emociones desde pequeños llevaría a las personas a manejar mejor sus emociones y a no llegar a desbordarse por ellas.

¿Son estas emociones “negativas” las que, por tu experiencia, dirías que más preocupan a los padres?

Si, y en particular tres de ellas: la frustración, el enfado y los celos entre los hermanos. Son las emociones que más “ruido” hacen, las más incómodas para las personas de alrededor y las que más frustración provocan a los padres al no saber cómo manejarlo.

Es que, además, al verlas como “malas emociones” tenemos tendencia a reprimirlas. ¿Qué consecuencias puede tener esta represión emocional?

Cuando vamos reprimiendo lo que sentimos comenzamos a estar hipervigilantes, en continua detección, y encima sin saber qué nos pasa y qué necesitamos. Al final, pese a todo, esas emociones reprimidas acaban estallando en el momento menos deseado. A todos nos ha pasado alguna vez sorprendernos de una reacción nuestra fuera de contexto en un determinado momento. Cuando evitamos las emociones y las reprimimos es muy probable que finalmente, con el tiempo, acabaremos actuando de una manera más impulsiva, menos reflexiva. Algunos incluso somatizan esas emociones y al reprimirlas comienzan a tener dolores en el cuerpo que no son otra cosa que una señal de que algo va mal y de que es el momento de comenzar a repensar y reaprender a gestionar las emociones.

¿Qué beneficios tiene para un niño o niña el hecho de que sus padres sean capaces de acompañarle en el manejo de sus emociones?

El primero es entenderse: cuando uno se entiende es capaz de regularse, tomar buenas decisiones, valorarse y relacionarse mejor con los demás.  Además, esa comprensión de los padres genera en el niño el sentimiento de aceptación de él mismo; cuando regañas a tu hijo por cómo se siente le generas un sentimiento de inseguridad, ya que él no decide cómo se siente. Lo que sí puede decidir él es qué hacer con lo que siente, y esto es algo que se puede aprender. Por último, un niño con un buen acompañamiento emocional, al que enseñamos a entender cómo se siente y por qué se siente así, podrá tomar decisiones de un modo más equilibrado.

En ese sentido y para terminar, ¿dirías que una sociedad educada emocionalmente es una sociedad mejor para la infancia?

Por supuesto. Si así fuese guiaríamos mejor a los niños, les enseñaríamos a calmarse y a entender mejor las emociones. Esto, a su vez, les ayudaría a entender mejor al otro y, en definitiva, a relacionarse mejor, por lo que las relaciones serían más satisfactorias ya que los niños estarían mejor orientados y serían más reflexivos. Por último, además, serían niños más pacientes, empáticos y eficaces con sus acciones.

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